A HEMBRA REMILGADA, DESPIERTO VARÒN



De cierta dama que a un balcón estaba
pudo la media y zapatillo estrecho
poner el lacio espárrago derecho
de un tosco labrador que la acechaba.

Ella, cuando advirtió que la miraba,
la causa preguntó de tal acecho;
el labrador la descubrió su pecho,
diciendo que la vía y contemplaba.

Mas ella, con alzar el sobrecejo,
le dijo, melindrosa: «Aquesto, hermano,
no es más de ver y desear la fruta.»

El labrador, sacando el aparejo,
la respondió, tomándolo en la mano:
«Pues ver y desear, señora puta.»


atribuido a Francisco de Quevedo


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